En 1984 vi al grupo YES en Madrid, en el campo del Rayo
Vallecano. Era mi grupo preferido, no podía dejar de verlos, aunque su formación no fuera ni mucho menos
la clásica.
Disfruté de buenas canciones, aunque me faltaron muchas
que deseaba escuchar y el guitarrista parecía bastante más “heavy” de lo que
estaba acostumbrado, el teclista tampoco destacaba. Chris Squire procuraba
llamar la atención con algún pesado solo de bajo y sólo la inconfundible voz de
Jon Anderson hacía las delicias de la afición (bonito aunque corto “Soon”).
Tras unos magníficos “Starship Trooper” y el bis “Roundabout”, salí contento,
andando hasta Atocha camino de casa.
El título de la crónica al día siguiente en “EL PAÍS” se me quedó grabado: “Sí, pero no”. Estaban
bien, pero no parecían mucho los YES de siempre. Tocaron mayoritariamente
canciones de su disco de ese año, 90125, con su éxito “Owner of a lonely
heart”, muy aplaudido. A los amantes de sus discos clásicos no nos convencía.
Este mes, cuarenta años después, fui a ver a YES, lo que
queda de ellos, a la sala La Riviera. Desconfiado, claro, con un septuagenario
Howe a la cabeza y poco más. El año pasado ya intenté ir a su concierto porque
tocaban mi disco preferido, “Relayer”, pero se suspendió. Este año debían
tocar, “Tales from topographic oceans”, quizá mi segundo favorito del grupo
(aunque en dura pugna con “Close to the Edge” y “The Yes Album”, claro). Me
convenció mi hijo Jorge (que hubiera ido conmigo el año pasado y este no podía)
y fui.
El concierto comenzó con un par de temas fuera de los
clásicos, con relativo interés. Pero la cosa se empezó a animar con “Going for
the one” y “I’ve seen all good people”, tocados con pausa y energía, estos sí
eran unos YES reconocibles.
Steve Howe está mayor, no hay duda (77), pero sigue
manejándose con comodidad a las guitarras. Con más pausa, pero con mucha
calidad. Downes acompaña dignamente, sin alharacas, a los teclados. Los
“jóvenes”, son un correcto batería, un interesante bajista que además hace lo posible
por parecerse físicamente al desaparecido Squire y un cantante también parecido
físicamente a Jon Anderson y con una voz bastante similar. Suenan a YES.
El resto de la primera parte del concierto, muy bien,
(“Don’t kill the whale”, “Time and a Word”, parte de “America” para lucimiento
del señor Howe y “Turn of the century”.
A la hora hacen un descanso de unos veinte minutos (a la
edad de don Steve qué se puede pedir). Al público (unos mil como mucho, algo
más de media entrada), ya mayorcitos todos, tampoco nos viene mal. Yo aproveché
para ver la pequeña exposición de carteles de Roger Dean, el creador de sus más
famosas portadas. Cuadros a la venta, muy lejos de mi alcance, he de
conformarme con algún póster.
La segunda parte empieza extraordinaria con un “South side
of the sky” excelente (gran piano, gran voz). Luego otra canción sin historia
de su nuevo disco y por fin, el “Tales”, comenzando con esa especie de oración
que recita el cantante hasta que la culmina y comienza la música con las tres
notas que dominan todo el disco. Lástima que no oyéramos esas notas. No tocan
las canciones completas, sino unos pedazos sueltos de cada, muy bien
ejecutados, pero que, a los amantes de ese disco nos dejan un poco
apesadumbrados. Si ama usted la novena de Beethoven y sólo le tocan algunas
partes de ella en un concierto, por maravillosas que sean, quedará falto de la
sensación grandiosa del conjunto. Pero, en general, muy bien ejecutado, con
énfasis en el solo de guitarra acústica de “The Ancient” que toca completo el
señor Howe (y el final cantado por el vocalista, maravilloso). También reseñar
que parte de la afición asistente no era tan fan de YES y se dedicó a hablar a
voces durante parte de estos temas, largos, poco comerciales, como si estuviera
en una vulgar discoteca. Bastante lamentable.
Los bises: sólo esperaba el habitual “Roundabout”,
excelente. Pero nos regalaron un final son “Starship Trooper” con una magnífica
guitarra de Steve Howe, mucho mejor que la que recordaba de Trevor Rabin en
1984, y un potente bajo en el “Würm”. Un gran final de fiesta para los fans,
que acabaron cantando “Oé, oé oé oé” mientras el grupo saludaba.
En resumen, buen sonido, buena ejecución, unos YES que sí
sonaban a YES, que tocaron algunas de sus mejores canciones y nos dejaron muy
satisfechos. Por supuesto, nada de espectáculo en el escenario ni grandes
juegos de luces y demás. Nada más que música.
Solo desear que vuelvan el año que viene e interpreten
“Relayer” o “Close to the Edge”.