miércoles, 9 de noviembre de 2016

EL PATO


No encuentro palabras.

Estaba empezando a escribir sobre la Democracia, sus valores, sus límites y tergiversaciones. Pero, ¿esto?

El pueblo soberano de la democracia más antigua del mundo elegía entre una candidata inteligente, con gran preparación intelectual, que ha ocupado las más altas magistraturas del país (Senadora, Secretaria de Estado)  y un empresario exitoso, mal hablado, racista, machista, xenófobo, ignorante, en fin desagradable y demagogo. Sin ninguna experiencia en cargos públicos. Sin siquiera el apoyo de su partido. Y el Pueblo ha elegido al lerdo.

No es la primera vez que pasa. Así, de memoria: Berlusconi, Reagan, George W. Bush, Zapatero, Jesús Gil y Gil… La democracia es así. No es que el Pueblo siempre tenga razón, hoy seguro que es más evidente que nunca, sino que es soberano. Para bien o para mal.
El sistema americano tiene además la ventaja de que está pensado para que una sola persona no pueda acumular un excesivo poder, así el Congreso puede frenar al Presidente e incluso imponerse a él (como en el caso de Clinton, Bill, que no pudo gobernar a su gusto sino al de la durísima mayoría republicana liderada por el radical Newt Gingrich). Lamentablemente, en este caso El Viejo Gran Partido tiene mayoría en ambas cámaras, con lo que, al menos estos dos primeros años, pueden ser un paseo militar para el nuevo presidente.

Tampoco sabemos muy bien qué demonios quiere hacer. Un congresista republicano por Nueva York, que apoya a Trump, declaraba hoy a una televisión española que las promesas del candidato no había que tomarlas al pie de la letra, pero que confiaba en él, en su capacidad negociadora y en que pondría el interés de América primero, en las negociaciones con sus vecinos y socios (México, China, Europa). Evidentemente, la ilusión que ha conseguido transmitir el candidato es que mejorará la posición de su país a costa de la de los demás, gracias a sus capacidades negociadoras evidenciadas en la gestión de sus negocios, en los que prosperó buscando de forma astuta la forma más favorable a sus intereses de aplicar las leyes y acuerdos, según nos explicaba el mencionado congresista, admirado.

Como Berlusconi, como nuestro siniestro Gil y Gil, el empresario que ha amasado una gran fortuna impresiona a las masas que le sienten como uno de ellos, más espabilado, más lanzado, capaz de aprovecharse del sistema, de burlar esas malditas regulaciones que nos molestan, como admirarían a un fulano que circulara a 200 km/h por una zona con radar porque tiene un dispositivo para anularlo. ¡Qué listo, quién pudiera!, pensamos. Y les votamos.

Ojalá yo esté completamente equivocado y sea un gobernante sensato. Pero el problema es que no tiene nada que perder: no necesita ser reelegido, no necesita el apoyo del partido, puede volver cuando quiera a su vida anterior, lejos de la política. No debe a nadie un apoyo. Tiene muy claro que las consecuencias de sus acciones no importan para él (ya lo explicó cuando dijo que podía tirotear unas cuantas persona por la calle sin que eso le fuera a hacer perder votos).


Es Kurtz, el general de Apocalyse Now, o Nerón. Esperemos que su reinado del terror no dure más de cuatro años, por lo menos.
Mucho tiempo sin subir ningún escrito, pero hoy es un día especial.