Desde la magnífica “El Padrino” de Coppola, el cine nos ha
brindado la oportunidad de conocer los entresijos de la mafia americana, ver
cuáles son sus códigos “éticos”, vitales para estos sujetos, como el respeto o
la importancia de la familia. Muchas buenas películas, alguna serie ya de
culto, aunque también bastantes películas flojas, que no todo el monte es
orégano.
Un excelente título es “Uno de los nuestros”, aunque no se
corresponde muy exactamente con el original, algo así como “Buenos colegas”. La
traducción en España da una clave que define este mundo: la importancia de la
pertenencia al grupo, a la familia. Lo realmente crucial en sus vidas es la
defensa de los suyos contra el resto, el mantenimiento del alma del clan.
Los jefes de las familias cuidan de sus chicos, que no
tienen que temer por mucho que se desmanden y violen las leyes, siempre que
sigan las directrices de los jefes, claro. Y siempre que no sean un estorbo
para ellos, en cuyo caso es muy probable que sean liquidados directamente por
los suyos. Mientras estés con la familia no son las leyes las que guían tu
vida, son las instrucciones de tus jefes. Ellos ya se ocuparán si hay algún
problema con la policía o los jueces.
Y, claro, los jefes tienen sus “capos”, los jefes de pelotón
en el territorio que controlan, dignidad a la que se asciende por la obediencia
y las capacidades ejecutivas (nunca mejor dicho) demostradas. Estos son los que
controlan las zonas de las ciudades con sus “soldados”, quienes también
seguirán sus instrucciones ciegamente, como en un ejército.
Por último, señalar que los jefes no dan nunca órdenes
directas a soldados. Siempre hay personas de la mayor confianza, generalmente
capos, que reciben las órdenes, con la seguridad de que nunca testificarán
contra sus superiores. Y así se evita que un soldado se vaya de la lengua e
inculpe a los generales. Las instrucciones, además, se dan siempre sin
presencia de testigos.
Tengo un cierto aprecio por la figura de Mariano Rajoy.
Siempre he preferido (bueno, quizá desde que cumplí los dieciocho años, más o
menos, antes era más alocado) a las personas que reflexionan y son prudentes en
sus decisiones a las atrevidas e impetuosas, que alternan momentos de esplendor
con enormes catástrofes.
No obstante, desde hace algún tiempo, soy del parecer de que
su época pasó. No puede dejar de estar impregnado por la cultura antigua de su
partido, muy del tipo “Uno de los nuestros”.
El caso del Presidente de la Comunidad Murciana es
paradigmático: independientemente de si es culpable o inocente, que para eso quedan
los jueces, Rajoy tiene un pacto firmado con su socio “preferencial”, como
suele calificar al partido “Ciudadanos”, donde se estipula, equivocadamente o
no, que los cargos públicos deben dimitir o ser cesados si son categorizados
por un juez como imputados (ahora, con el cambio de denominación en la ley, la
denominación es “investigados”).
En este caso, Rajoy aplica sin duda la doctrina “Uno de los
nuestros”: no podemos dejarle caer porque es nuestro y lo hace muy bien para el
partido. ¿No hay nadie más en el PP que pueda asumir el cargo sin estar
investigado?, preguntan con ingenuidad los del partido naranja. No comprenden el
asunto. No es que no pueda haber otro, es que es Pedro Antonio Sánchez, el jefe
regional, quien tiene el mando y quien consigue votos para el partido. La
dirección nacional no deja caer a uno de los suyos porque sí. O porque hayan
dado su palabra. Lo importante es la pertenencia al grupo.
Y no sólo se evitan dimisiones con los argumentos más
peregrinos, por lo que podemos intuir o sospechar, se intenta que las pesquisas
sobre ellos queden al menos entorpecidas, si no anuladas. Acaban de cambiar,
entre otros, al fiscal jefe de Murcia, perseguidor del investigado Presidente
de la Comunidad. Por casualidad.
Sólo cuando el capo ya no tiene valor, está quemado, y su caída es de la máxima relevancia
inmediata para el jefe, se lo decapita sin remordimientos: verbigracia, Rita
Barberá.
No podemos olvidar tampoco, por desgracia, el famoso SMS del
Presidente del Gobierno y del PP a su extesorero, de nombre impronunciable
después para él, Bárcenas: “Luis, sé fuerte”. En el mejor estilo “El Padrino”,
resiste, no confieses, no nos delates y cuidaremos de ti y de los tuyos. Lo que
no tuvo en cuenta es que el jefe no debe dar órdenes con testigos a sus capos,
mucho menos por escrito, y un SMS deja rastro.
Es muy triste, pero los comportamientos de la vieja cúpula
del PP, empezando por su presidente, como se puede comprobar, tienden a
parecerse más a los de un grupo mafioso, es decir, dedicado al medro del grupo
y a garantizar la protección e impunidad de sus miembros, que a unos políticos
que tratan de gestionar la cosa pública de la mejor manera posible para la
comunidad.
Queda comprobado que no se puede reconducir a los viejos dirigentes,
que siguen anclados en los antiguos valores de defensa del grupo contra la Ley,
como intentaron Ciudadanos con sus famosas condiciones previas a cualquier
pacto. Hasta que no haya un relevo generacional en el PP, no hay esperanza de
cambio de actitud contra la corrupción de los amigos. Quizá esa esperanza tenga
nombre de mujer (aunque no, desde luego el apellido Aguirre).